La teoría del inconsciente que formuló Sigmund Freud supuso un hito para la historia de la psicología. Ese submundo extraño y fascinante generador de fantasías, de lapsus e impulsos incontrolados nos permitió por fin ver gran parte de los trastornos mentales no como enfermedades somáticas, no como enfermedades del cerebro, sino como alteraciones puntuales de nuestra mente.
A día de hoy todavía hay muchos escépticos que ven con un punto de sutil ironía gran parte del trabajo del padre del psicoanálisis. Conceptos, como la envidia del pene en la construcción de la sexualidad femenina, se ven como conceptos caducos e irrisorios, y no falta también quien concibe gran parte de su legado como un tipo de pseudociencia poco consistente con los hallazgos de la psicología experimental.
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